PREGUNTAS FRECUENTES SOBRE LOS VOLCANES
Un volcán es un lugar situado sobre la superficie terrestre en el que se produce la expulsión de material magmático, total o parcialmente fundido. La acumulación de este material, por lo general , adopta una forma aproximadamente cónica alrededor del punto de salida. Con el tiempo y a causa de repetidas erupciones, la acumulación de lava, ceniza y otros materiales puede ser muy grande, dando lugar a la formación de diversos tipos de montañas, conocidas como “volcanes” o “edificios volcánicos”.
También existen volcanes con otros tipos de formas: como los volcanes en escudo, de gran extensión y bajo relieve, o los conos de ceniza, producto de una única erupción.
Si bien los volcanes tienen diversas formas y tamaños, es posible distinguir entre ellos ciertos elementos comunes tales como: edificio volcánico, reservorio o cámara magmática, conducto principal y secundarios, cráter, fisuras, flanco, conos laterales secundarios.
El lugar por donde se emiten los productos volcánicos es llamado cráter cuando existe una boca principal ubicada en la cima del volcán. Sin embargo, pueden existir centros de emisión ubicados en los flancos del volcán, en ese caso se denominan conductos o conos secundarios.
Se considera activo a todo volcán que ha tenido al menos una erupción en los últimos 10 mil años (holoceno), o bien cuando, sin certeza de esto último, presenta signos cuantificables de actividad, como por ejemplo fumarolas, sismicidad o deformación de la superficie.
Las erupciones ocurren cuando el material caliente (magma) del interior de la tierra asciende y llega a la superficie.
El magma se genera por la fusión de rocas a profundidades mayores de 60 km, pero además interviene una combinación de factores vinculados a la composición original de las rocas que se funden y las condiciones de presión y temperatura a las que estas son sometidas. El magma está formado por una mezcla heterogénea de líquido (material fundido), gases (volátiles representados principalmente por H2O, y luego CO2 y SO2) y sólidos (cristales). Esta mezcla, al tener menor densidad que las rocas sólidas a su alrededor, tiende a flotar, intentando abrirse camino a través de la corteza terrestre, hasta alcanzar la superficie.
Al llegar a la superficie, y dependiendo de su composición, el magma tiene temperaturas entre 700º y 1300º C. Su capacidad de fluir o viscosidad (a menor viscosidad mayor fluidez) queda determinada por su temperatura, el contenido de sílice (SIO2) y las proporciones de sólidos (cristales) y de volátiles (gases) que contenga. En general, los magmas más siliceos tienen una mayor cantidad de volátiles, por lo que resultan más viscosos y explosivos.
En su mayoría, los volcanes se forman en los límites de las placas tectónicas, sean estos convergentes o divergentes. Sin embargo, hay algunos casos en los cuales los volcanes se forman en sectores internos de las placas en lo que se denominan “puntos calientes”, el caso más representativo de estos son los volcanes de Hawaii.
La mayoría de los volcanes se originan en los límites de las placas tectónicas, sean estos convergentes o divergentes. Sin embargo, hay algunos casos en que los volcanes se forman en el interior de las placas y se denominan “puntos calientes”, el caso más representativo de estos son los volcanes de Hawaii.
Existen aproximadamente 1500 volcanes considerados activos en el mundo, y cada año se producen ente entre 60 y 80 erupciones.
Se calcula que el 75% de los volcanes activos del planeta se localiza a lo largo de los 40.000 km de costas que rodean el océano Pacífico, distribución que se conoce como “Cinturón de Fuego del Pacífico”.
Existen erupciones “efusivas” y “explosivas”. Las primeras ocurren cuando el magma, durante su ascenso, va liberando sus gases sin alterar la presión del medio, y luego al alcanzar la superficie fluye como una colada de lava. Un ejemplo son las erupciones que ocurren en los volcanes de Hawaii. Se trata de magmas con escasa cantidad de gases y de baja viscosidad (bajo contenido de SiO2). Estas erupciones forman volcanes en escudo, que se caracterizan por ser muy poco elevados y de gran extensión.
Las erupciones de tipo “explosivas”, tienen lugar cuando los gases disueltos en el magma se expanden, a medida que ascienden por el conducto volcánico, o bien cuando el magma caliente entra en contacto con un cuerpo de agua superficial o subterráneo. De esta forma, se generan burbujas que van creciendo hasta alcanzar una presión crítica y se fragmentan, desencadenando una emisión violenta de material. Este tipo de erupciones está asociado generalmente a magmas con gran contenido de gases y muy viscosos (alto contenido de SiO2). Un ejemplo de estas son aquellas que ocurren a lo largo de la Cordillera de los Andes y dan lugar a la formación de “estratovolcanes”, caracterizados por su perfil cónico y gran elevación debido a la acumulación de sucesivas capas de ceniza, lava y otros productos volcánicos.
Durante una erupción los volcanes pueden emitir distintos materiales dependiendo del tipo de erupción, y cada uno de ellos representará un potencial peligro.
1) Caída de Ceniza o Tefra.
Se denomina piroclasto (o tefra, que en griego significa ceniza) a cualquier fragmento sólido de material volcánico que haya sido expulsado durante una erupción volcánica. Los piroclastos son el resultado de la fragmentación del magma, y son típicos de las erupciones explosivas. Cuando el gas contenido en el magma se expande a medida que asciende por un conducto volcánico, o bien cuando el magma entra en contacto con un cuerpo de agua superficial o subterráneo, se generan burbujas que van creciendo y ejercen presión entre sí. Al superar esta a la presión atmosférica, se producen explosiones que rompen las paredes de esas burbujas en pequeñas partículas a altas temperaturas, eyectándolas del edificio volcánico con trayectorias balísticas,o como una columna de material transportado por el aire.
Así, las partículas más finas pueden ser arrastradas por el viento a grandes distancias del cráter – en algunos casos hasta miles de kilómetros antes de su depositación-.
Los piroclastos se clasifican en función de su tamaño en: cenizas (menores a 2 mm), lapilli (entre 2 y 64 mm) y bombas o bloques (mayores a 64 mm). Su transporte y depositación dependerá de su tamaño, siendo los fragmentos mayores los que tendrán menor transporte, acumulándose en las proximidades del cráter. En particular, las bombas volcánicas suelen seguir trayectorias balísticas y estar circunscritas a unos pocos miles de metros del cráter. A medida que aumenta la distancia al volcán, el diámetro de las partículas irá disminuyendo.
Las caídas de cenizas son, tal vez, el fenómeno eruptivo más común y pueden ocurrir en forma simultánea o alternada con otros fenómenos eruptivos; a menudo acompañan a flujos piroclásticos.
2) Flujos Piroclásticos
Los flujos piroclásticos son mezclas de gases y piroclastos a muy alta temperatura. Se forman durante erupciones explosivas, ya sea por el colapso de la columna eruptiva; por el desborde desde el cráter del material que no ha podido formar una columna eruptiva (fenómeno denominado “boiling over”); o por el colapso de un domo volcánico.
Otras denominaciones para este tipo de fenómenos son avalanchas o nubes ardientes, avalanchas de cenizas o flujos de pómez.
Debido al elevado contenido de ceniza y de fragmentos de material incandescente, los flujos piroclásticos son mucho más densos que el aire circundante, por lo que se precipitan de manera similar a las avalanchas de nieve o roca.
Estos flujos se mueven a gran velocidad, gracias al efecto de lubricación que el gas atrapado en las oquedades de los fragmentos mayores ejerce durante su desplazamiento. De esta forma se crea una nube en constante expansión que arrastra fragmentos sólidos o semisólidos.
Existen varios tipos de flujos piroclásticos. Los más comunes son:
- Flujos piroclásticos densos: Se desplazan a poca altura y quedan confinados en los valles.
- Oleadas piroclásticas o flujos piroclásticos diluidos: Son de menor densidad, exceden los límites de los valles y tienden a cubrir mayores áreas.
- Explosiones dirigidas: Son flujos de alta energía y gran velocidad, con una componente lateral primordial. Están comúnmente asociados al emplazamiento de domos cuspidales o laterales.
Las características principales de estos flujos se pueden resumir en:
- Movimiento rápido, velocidades típicamente mayores a 100 km/h (540 km/h en la erupción de 1980 del volcán Santa Helena, EEUU).
- Dirección notablemente horizontal.
- Alta temperatura del material en suspensión (entre 100 y 600° C).
- Alcanzan normalmente distancias de entre 5 a 10 km de la cumbre del volcán, aunque en grandes erupciones pueden llegar a más de 20 km.
- Pueden desplazarse sobre cuerpos de agua.
Dada su velocidad y temperatura elevada, los flujos piroclásticos son fenómenos altamente letales. Suelen quemar o dañar seriamente todo lo que está a su paso (vegetación, construcciones, etc.), así como sepultar, romper y/o arrastrar prácticamente todos los objetos en su camino. Son capaces de derretir cuerpos de hielo y nieve que eventualmente pueden dar lugar a la formación de flujos de lodo (lahares).
3) Flujo de Lodo Volcánico (Lahar)
Un “Lahar” o flujo de lodo volcánico se compone de una mezcla de materiales volcánicos finos (ceniza) y agua que puede transportar una cierta proporción de fragmentos de material más grueso.
Los lahares, que pueden ser fríos o calientes, se pueden originar por alguno de los siguientes procesos o por la combinación de ellos:
- Por fusión rápida de nieve o hielo en las laderas o en la cima del volcán, ya sea por caída de piroclastos, por el paso de flujos piroclásticos, por el contacto con flujos de lava o por derrame de lagos cratéricos calientes sobre los mantos de hielo/nieve.
- Por la interacción de precipitaciones intensas sobre depósitos volcánicos sueltos.
- Por la mezcla de flujos u oleadas piroclásticas con cursos de agua.
- Por brechamiento (ruptura en pequeños bloques) de lava que fluye por encima de nieve, hielo o terreno muy húmedo sobre las laderas del volcán.
- Por el movimiento ladera abajo de cenizas o suelos volcánicos saturados en agua iniciado por un temblor.
- Por deslizamientos de rocas alteradas (hidrotermalismo) en la ladera del volcán.
- Por el colapso de diques naturales formados por flujos piroclásticos o deslizamientos volcánicos previos.
Las características principales de los lahares son:
- Variabilidad de la proporción sólido-líquido y la velocidad de flujo a lo largo de su recorrido.
- Velocidades de hasta 200 km/h (en áreas de mucho relieve).
- Pueden transportar grandes bloques y objetos a su paso (inclusive arrastrar árboles).
- Se encauzan por valles, y hasta pueden inundar planicies en su tramo de descarga.
Estos fenómenos, al igual que los flujos piroclásticos, pueden resultar letales o generar daños muy serios, destruyendo, arrastrando o sepultando todo lo que se encuentre en su camino. En particular afecta a la infraestructura vial (colapsando o destruyendo puentes y caminos aledaños a cursos de agua), pudiendo también arrastrar autos, inundar edificios/casas, incluso hasta sepultar pueblos enteros. Tal fue el caso de Armero, un pueblo de Colombia, que quedó bajo el lodo luego del paso de lahares formados a partir del derretimiento de hielo durante la erupción del volcán Nevado del Ruiz, en 1985.
4) Flujos de Lava
El magma, al tomar contacto con la superficie terrestre, se denomina “lava”. Los flujos o coladas de lava caracterizan a los procesos eruptivos efusivos, aunque ocasionalmente pueden acompañar en menor magnitud erupciones explosivas.
La velocidad de avance de estos flujos depende de los siguientes factores:
- Tasa de emisión de lava y volumen emitido, donde la tasa es el volumen de lava por unidad de tiempo.
- Viscosidad del magma de origen.
- Pendiente del terreno.
Las lavas más fluidas, de tipo basálticas, suelen alcanzar velocidades de hasta 10km/h en pendientes fuertes, mientras que en áreas de pendientes suaves, pueden fluir a 1 km/h. Sin embargo, si este tipo de lava se encuentra confinada en un canal o tubo de lava, puede alcanzar velocidades mayores a 30 km/h. En contraste, las lavas más viscosas suelen tener recorridos más cortos, con velocidades de pocos metros por hora.
El paso de coladas de lava, al ser generalmente lentos, no suelen presentar un riesgo para la vida, a menos que estos fundan mantos de hielo o nieve, generando lahares. El daño que pueden generar está más relacionado a la ignición, derribo o sepultura de todo aquello que se encuentre en su camino.
5) Emisión de Gases
Como se ha mencionado, los gases son un componente fundamental del magma, por lo tanto es de esperar que en cada erupción se registren emisiones gaseosas. Asimismo, en períodos de quietud del volcán también pueden emitirse gases, ya sea como fumarolas, piletas burbujeantes o en forma difusa a través del suelo.
Los gases volcánicos más comunes son:
- Vapor de agua (H2O).
- Dióxido de Azufre (SO2).
- Ácido Sulfhídrico o Sulfuro de Hidrógeno (H2S).
- Ácido Clorhídrico o Cloruro de Hidrógeno (HCL).
- Dióxido de Carbono o Anhídrido Carbónico (CO2). Monóxido de Carbono (CO).
- Fluoruro de Hidrógeno (HF).
- Nitrógeno (N2).
- Argón (Ar).
- Pequeñas cantidades de otros gases inertes.
La intensidad de una erupción volcánica independientemente del material emitido, puede definirse como la relación entre el volumen de material expulsado (V) y el tiempo de duración de la erupción (T).
De tal forma que:
Las erupciones explosivas suelen clasificarse según su índice de explosividad, que varía del 0 al 8 según la violencia de la erupción. El índice de explosividad volcánica (IEV en español o VEI en inglés) depende de diversos factores como la altura de la columna eruptiva y la interacción del magma con aguas superficiales o subterráneas. Los nombres asignados a cada tipo de erupción derivan de famosas erupciones históricas de diferentes volcanes del mundo y cuyas características dieron origen a sus respectivos edificios volcánicos.
La Cordillera de los Andes es una de las regiones de mayor actividad tectónica del planeta, evidenciada a través de sismos y erupciones volcánicas.
Aproximadamente 120 volcanes considerados activos se localizan a lo largo del arco volcánico andino entre Chile y Argentina. Este volcanismo se halla directamente vinculado con la subducción de la Placa de Nazca por debajo de la Placa Sudamericana. Bajo el Océano Pacífico y cerca de la costa chilena, la Placa de Nazca, densa, delgada e hidratada, se hunde bajo la Placa Sudamericana, gruesa pero liviana. A cierta profundidad, el aumento de presión sobre la placa de Nazca provoca su deshidratación, liberando volátiles que causan la fusión de los materiales del manto justo por encima de ella y debajo de la Placa Sudamericana.
En Argentina y su límite internacional con Chile, existen al menos 38 volcanes considerados activos de acuerdo con el ranking de riesgo relativo elaborado por el SEGEMAR.
Entre los más peligrosos se encuentran el volcán Copahue, el volcán Lanín en la provincia de Neuquén, el Complejo Volcánico Laguna del Maule en el límite entre la provincia de Neuquén y Mendoza, y el Complejo Volcánico Planchón Peteroa y los volcanes Maipo, Tupungatito y San José en la provincia de Mendoza.
A lo largo de los últimos 88 años han ocurrido múltiples erupciones volcánicas que han afectado al territorio Argentino (Quizapu, 1932; Hudson, 1991; Láscar, 1993; Llaima 2007, Chaitén, 2008; Planchón-Peteroa, 1991, 2011 y 2018-2019; Cordón Caulle, 2011; Copahue, 2012 y Calbuco, 2015). Si bien el tamaño de las erupciones fue variable, en todos los casos han generado afectación sobre el país y preocupación en sus habitantes.
A continuación se puede ver un mapa con la ubicación de los 38 volcanes considerados activos en la República Argentina:
Las erupciones volcánicas mejor documentadas que han afectado a la República Argentina son las siguientes:
1. Volcán Quizapu (1932)
Ubicación: 35º 65’S – 70º 76’O
Este volcán se originó como un cono adventicio en el flanco norte del Co Azul, que forma parte del Grupo de los Descabezados, Chile. En 1846 emitió coladas de lava, pero este evento eruptivo pasó inadvertido debido a la localización remota del volcán. El 10 de abril de 1932 se produjo la mayor erupción del siglo XX (IEV=6), con la formación de una columna eruptiva de 30 km de altura que dispersó 10 Km3 de cenizas hacia el este y noreste, alcanzando a Buenos Aires y Río de Janeiro, Brasil. Además, en las zonas cercanas al volcán se generaron flujos piroclásticos. Esta erupción fue acompañada por fuertes explosiones, descargas eléctricas y reducción importante de la visibilidad, generando alarma y pánico en las ciudades de San Clemente y Talca, en Chile y Malargüe, en Argentina. Si bien el evento fue de corta duración (18 a 25 hs), produjo un gran impacto socio-económico, principalmente en el sur de Mendoza. Los diarios de la época documentaron “la hora de Pompeya” frente a un fenómeno amenazante y hasta entonces desconocido. La acumulación de ceniza produjo contaminación de ríos, arroyos y pastizales con la consecuente pérdida de hacienda y perjuicio en las economías regionales del sur de Mendoza. A escala global, la dispersión de cenizas en la atmósfera produjo una disminución de 0.8 ºC en la temperatura media anual para el hemisferio sur. A largo plazo, la erupción del Quizapu incrementó el grado de desertificación de la región afectada.
2. Volcán Hudson (1991)
Ubicación: 45º55’S – 72º58’O
En 1971 ocurrió un evento eruptivo que puso al descubierto este volcán, hasta entonces desconocido, ubicado entre fiordos y canales patagónicos en el remoto sur de Chile. Veinte años después, en agosto del año 1991, se produjo una erupción de gran magnitud, catalogada como segunda en importancia durante el siglo XX. Se reconocen dos fases, la primera, ocurrida el 8 de agosto, generó una columna eruptiva de 7 a 10 km de altura y dispersó ceniza de composición basáltica hacia el norte, mientras que la segunda, 4 días más tarde y de mayor magnitud (IEV=4), produjo la dispersión de 4 Km3 de tetra de composición andesítico-dacítica en dirección sudeste y nordeste, a partir de una columna que alcanzó 16 a 18 km de altura. El fenómeno resultó imprevisto y tomó por sorpresa a los organismos de Protección Civil, desprovistos de planes de contingencia. Durante 3 días la pluma de cenizas fue transportada por los fuertes vientos y cubrió gran parte de las provincias de Chubut y Santa Cruz, hasta las islas Malvinas, a 1200 km de distancia. En Chile y Argentina, una superficie de 150.000 Km2 quedó seriamente impactada debido a la generación de lahares en los ríos próximos al volcán y caída de cenizas. En el corto plazo, esta erupción causó graves daños a la ganadería, en particular ovina y fauna nativa y provocó molestias respiratorias e interrupción del tráfico aéreo. En el mediano y largo plazo trajo como consecuencia inconvenientes importantes asociados a la removilización de la ceniza, el abandono de campos y despoblamiento de la región y el aumento en la desertificación en todo el ámbito de la Patagonia extraandina.
3. Volcán Planchón-Peteroa (1991)
Ubicación: 35º14’S – 70º34’O
Ubicado en el límite argentino-chileno, en el sur de la provincia de Mendoza, este volcán “despertó” el día 9 de febrero de 1991. Esta erupción adquiere relevancia no por su magnitud sino porque conmocionó a la población local debido a su carácter imprevisto. De tipo freatomagmático, es decir por interacción entre magma y agua freática, este evento dio lugar a la formación de un nuevo cráter doble en la amplia cima del volcán y de una columna eruptiva con altura variable, inferior a 1000 m. La dispersión de ceniza hacia el este afectó mayormente la ganadería caprina trashumante en la zona del valle Noble, debido a la contaminación de pasturas y aguadas y causó algunos trastornos en la ciudad de Malargüe. Si bien la erupción fue de corta duración (9 al 15 de febrero) generó inquietud en la región del sur de Mendoza. Eventos eruptivos más recientes y con características similares (baja explosividad, IEV=1 e impacto restringido) se han registrado en septiembre del año 2010 y diciembre de 2018-marzo 2019.
4. Volcán Lascar (1993)
Ubicación: 23º22’S – 67º44’O
Este volcán ha registrado cerca de 30 erupciones explosivas desde el siglo XIX, lo cual lo convierte en el volcán más activo del norte de Chile. En su mayoría, son erupciones de tipo vulcaniano, como producto de crecimiento y destrucción explosiva del domo intracratérico, de corta duración y de explosividad moderada (IEV=2-3). Los productos emitidos son típicamente ceniza fina, piroclastos balísticos en un radio de 5 km de distancia desde el cráter y flujos piroclásticos de reducido alcance. El 19 de abril de 1993 se produjo una erupción subpliniana que ha sido considerada como el mayor evento ocurrido en el norte de Chile en tiempos históricos. Se generó una columna eruptiva con alturas fluctuantes entre 8 y 23 km de altura, que dispersó durante 40 hs gran cantidad de ceniza en dirección este-sudeste, cubriendo un área de más de 1000 Km2 . Además, el colapso intermitente de la columna dio origen a gran cantidad de flujos piroclásticos en Chile que alcanzaron distancias de hasta 10 km desde el volcán. La caída de cenizas afectó gran parte del NO argentino y alcanzó la costa atlántica, a 1800 km de distancia. En las provincias de Salta, Santiago del Estero y Tucumán se reportó intenso oscurecimiento temporario que provocó inconvenientes en el tránsito. En Chile, las cenizas que acompañaron a los flujos piroclásticos provocaron calcinación de la vegetación y leve contaminación con flúor. La última erupción de este volcán ocurrió el 30 de octubre de 2015.
5. Volcán Chaitén (2008)
Ubicación: 42º50’S – 72º39’O
Este volcán, de reducidas dimensiones, se halla ubicado en la región de Chiloé continental, Chile. El 30 de abril de 2008 fuertes sismos comenzaron a percibirse en las localidades de Chaitén y Futaleufú. Luego de 36 hs y sin que nadie pudiera anticiparlo, el domo silíceo alojado en la caldera formada 9.400 años atrás, experimentó una fuerte explosión, apertura de conducto y generación de una columna eruptiva de -20 km de altura. Durante varios días, la pluma de cenizas fue arrastrada hacia el este, afectando principalmente las ciudades de Esquel, Trevelin y zonas aledañas, hasta alcanzar la costa atlántica y la provincia de Buenos Aires. En Chile, esta erupción de tipo subpliniana (IEV:4), trajo consecuencias dramáticas e irreversibles a partir de que las autoridades tomaron la difícil pero acertada decisión de evacuar la ciudad de Chaitén, de -5000 habitantes. El proceso eruptivo se extendió durante muchos meses, con generación de flujos piroclásticos asociados al colapso del domo en crecimiento y de lahares vinculados a las intensas lluvias que sucedieron a la erupción. En Chile, los daños principales abarcan pérdida de hacienda, trastornos para la navegación y la pesca e incendios forestales, mientras que para Argentina cabe destacar los efectos perjudiciales en ganadería y agricultura.
6. Complejo Volcánico Puyehue – Cordón Caulle (2011)
Ubicación: 41º20’S – 72º39’O
Si bien el sistema fisural integrado por el volcán Puyehue y Cordón Caulle, en Chile, posee un nutrido registro de erupciones históricas (1759, 1893, 1921, 1960 y 1990), la erupción ocurrida en junio de 2011 reviste importancia debido al impacto ocasionado por la caída de ceniza en Bariloche, Villa La Angostura y un amplio sector de las provincias de Río Negro, Neuquén y Chubut. El evento eruptivo tuvo lugar el día 4 de junio y fue precedido en los meses anteriores por un incremento sostenido en la actividad sísmica que derivó en el aumento progresivo de la alerta técnica por parte de SERNAGEOMIN, hasta que se produjo la explosión y la formación de una columna eruptiva de 10 a 14 km de altura. Al día siguiente la pluma de ceniza arribó al océano Atlántico, a 1800 km de distancia. Durante todo el mes de junio, el evento eruptivo experimentó variaciones en intensidad y produjo además de sucesivas caídas de tefra que afectaron severamente el territorio argentino, flujos piroclásticos y coladas de lava en las proximidades del centro de emisión. En los 8 meses siguientes, se registraron emisiones débiles de ceniza y se generaron lahares en Villa la Angostura por removilización de la gran cantidad de tefra acumulada. En Chile, fueron evacuadas 4300 personas durante 16 días en prevención a los peligros de flujos piroclásticos y lahares. Durante esta erupción de larga duración, el impacto en la población y vida silvestre fue múltiple y variado. Durante las primeras dos semanas, las localidades cercanas a la frontera sufrieron cortes en el suministro eléctrico, interrupción de clases, problemas en el abastecimiento de insumos y provisión de agua. El tráfico aéreo fue seriamente afectado; en efecto, el aeropuerto de Bariloche permaneció cerrado durante 7 meses y se registraron reiteradas cancelaciones de vuelos nacionales e internacionales. El turismo, la principal actividad económica de la región cordillerana, sufrió enormes pérdidas debido al cierre de los centros de ski, a las dificultades en las vías de comunicación aérea y terrestre y al daño general en la infraestructura. La explotación ganadera en la región extraandina fue gravemente perjudicada por el efecto contaminante de la ceniza en pasturas y aguadas.
7. Volcán Copahue (2012)
Ubicación: 37º51’S – 71º10’O
Al menos 7 eventos eruptivos pueden ser asignados a la actividad del volcán Copahue en tiempos históricos (1750, 1759, 1867, 1876, 1992-95, 2000 y 2012-2017). En general, se caracterizan por ser de origen freático o freatomagmático, de baja explosividad (IEV<3) y de composición andesítica. El 22 de diciembre de 2012, luego del registro de aumento del flujo gaseoso y de temperatura en la laguna cratérica y un proceso de inflación acelerada del edificio volcánico, sumado a precursores sísmicos, se inició un ciclo eruptivo de baja magnitud, con la formación de una columna eruptiva que alcanzó 5500 m de altura y de una pluma de cenizas con dispersión hacia el sudeste hasta 200 km de distancia. La erupción, acompañada por una importante emisión de SO2 tuvo un origen hidromagmático en sus comienzos para adquirir carácter netamente magmático estromboliano, con construcción de un cono piroclástico en el interior del cráter en 2014, el cual fue posteriormente destruido en forma simultánea con la recuperación de la laguna cratérica. El evento de 2012 produjo caída de ceniza oscura hasta la localidad de Loncopué, distante 50 km del volcán y derivó en la evacuación temporaria de la localidad de Caviahue.
8. Volcán Calbuco (2015)
Ubicación: 41º20’S – 72º39’O
Este volcán se encuentra situado a 30 km al este de la ciudad de Puerto Varas, en el sur de Chile y está considerado como uno de los volcanes más activos de los Andes del Sur. Su registro histórico abarca al menos 12 ciclos eruptivos, de composición andesítica predominante y altamente explosivas, con generación de flujos y caídas piroclásticos, además de coladas de lava, domos y lahares. La erupción más importante ocurrió en 1893-95, con el emplazamiento de un domo de importantes dimensiones. El 22 de abril de 2015, a 54 años del último evento y casi sin previo aviso, se produjo una violenta explosión de tipo subpliniano (IEV=4). En efecto, a pesar de que este volcán se halla bajo vigilancia instrumental permanente, la escalada sísmica se produjo unas pocas horas antes de la explosión. La erupción reconoce dos fases sucesivas en los días 22 y 23 y una tercera el día 30 de abril. La columna eruptiva alcanzó 17,5 km de altura, con inmediata dispersión de ceniza hacia el este. En Chile, se generaron flujos piroclásticos y lahares muy caudalosos que obligaron a evacuar, de modo transitorio, a 6000 personas y hacienda. El poder destructivo de los lahares se puso de manifiesto en casas, central hidroeléctrica, planta de piscicultura e infraestructura vial. En Argentina, la caída de cenizas afectó una amplia región de Patagonia Norte, generando perjuicio en la actividad ganadera y además provocó interrupción del tráfico aéreo.
Monitorear o vigilar un volcán implica estar atento a las señales que produce, analizarlas para conocer su comportamiento y tratar de pronosticar la ocurrencia de una erupción con la mayor certeza posible.
El monitoreo se realiza mediante la instalación de equipamiento específico sobre el volcán, y/o también utilizando algunos sensores alejados o remotos. Esto permite la observación continua y permanente, a través de diversos métodos visuales e instrumentales, de los distintos parámetros que caracterizan la dinámica interna del volcán. Estos parámetros se analizan a lo largo del tiempo con la finalidad de detectar oportunamente cambios en la actividad volcánica, y de ser posible, anticipar alguna condición anómala precursora de un proceso eruptivo.
Entre los tipos de monitoreo y vigilancia comúnmente utilizados en un volcán se encuentran la vigilancia visual, el monitoreo sísmico, el monitoreo geodésico, el monitoreo geoquímico y el monitoreo térmico.
1. Monitoreo Sísmico
El monitoreo sísmico consiste en la medición local o remota de la actividad microsísmica, en general, de movimientos en la superficie del edificio volcánico. Estas vibraciones o movimientos se producen por diferentes procesos en el interior de los volcanes. Algunas de las fuentes de señales sísmicas en volcanes (señales sismovolcánicas) se deben al fracturamiento de rocas en el interior del volcán cuando el magma trata de abrirse paso hacia la superficie, aquellas provocadas por cambios de presión en la cámara magmática a medida que se inyecta magma en ella o cuando esta se vacía. También se pueden generar estas vibraciones por el movimiento mismo del magma en los conductos, su paulatina solidificación e interacción con las paredes de estos, por la actividad de los sistemas hidrotermales o la salida de gases y materiales volcánicos durante la ocurrencia de explosiones.
Con suficiente experiencia es posible conocer las señales sísmicas típicas de un volcán, identificarlas en los registros sísmicos o sismogramas y clasificarlas asociándolas a diferentes procesos o mecanismos internos. Debido a su amplia utilización y los avances tecnológicos alcanzados en los últimos años, el monitoreo sísmico es hoy día uno de los principales métodos para la vigilancia de volcanes y para la evaluación de su actividad, proporcionando la base de muchos pronósticos exitosos de erupciones.
2. Monitoreo Geodésico
El monitoreo geodésico consiste en la medición de cambios morfológicos o deformaciones que sufre el edificio volcánico. Este tipo de monitoreo es otra técnica complementaria utilizada con frecuencia para el seguimiento de la actividad volcánica y que ha tenido buenos resultados en el pronóstico de erupciones. Las deformaciones son producidas generalmente por ajustes de la superficie del volcán en respuesta a los movimientos y presión del magma en su interior o a consecuencia de los esfuerzos ejercidos desde el interior del volcán.
Los movimientos del suelo asociados a la deformación son, por lo general, muy pequeños e imperceptible para los seres humanos. Por estas razones, para medir deformaciones y/o cambios en las pendientes del volcán, se emplean técnicas precisas a través de instrumentos especiales, como son los inclinómetros electrónicos y los receptores de Sistemas de Posicionamiento Global (GPS/GNSS) de muy alta precisión.
3. Monitoreo Geoquímico
Para el estudio geoquímico en la vigilancia de volcanes se recurre a muestreos sistemáticos de las diferentes emanaciones gaseosas y líquidas características de la actividad, tales como aguas termales y gases volcánicos, principalmente dióxido de azufre (SO2) y dióxido de carbono (CO2). Tales muestras son sometidas posteriormente a análisis para conocer las condiciones en su origen y sus variaciones en su camino a la superficie.
Más recientemente, con el avance de la tecnología, se han comenzado a utilizar métodos remotos para el análisis de gases. Estos consisten en analizar el espectro de absorción del gas cuando la luz solar pasa a través de la columna de emisión gaseosa volcánica e identificar así los diferentes elementos que la componen. Uno de los equipos más utilizado se conoce como DOAS (Differential optical absorption spectroscopy) aunque existen otros de características similares.
Frente a la ocurrencia de actividad volcánica, existen dos tipos de alertas. Están las del Sistema de Protección Civil, es decir, aquellas que tienen relación con el manejo del riesgo que reviste una actividad volcánica para las personas, éstas son emitidas por la autoridad de protección civil.
Por otro lado, están los Niveles de Alerta Volcánica (o “alertas técnicas”) que clasifican la actividad del volcán en función de los resultados de la red de Vigilancia Volcánica y que son emitidas por los observatorios volcanológicos.
Ambos sistemas apuntan a entregar -tanto a autoridades, a los organismos del Sistema Nacional de Protección Civil y a la comunidad en general-, información precisa en relación a las coordinaciones para salvaguardar la seguridad de las comunidades cercanas a estos volcanes, como asi también del estado de actividad volcánica y los pronósticos de proceso eruptivos.
Sí. Por ejemplo, frente a un volcán en erupción que está ubicado lejos de centros poblados, que no reviste riesgo para las personas y que no generará daños en infraestructura, el observatorio volcanológico puede emitir una Alerta Roja Técnica, mientras que la autoridad de protección civil puede emitir una Alerta Temprana Preventiva o una Alerta Amarilla para la comuna o región en donde se encuentra el volcán, reforzando el Sistema de Protección Civil.
Del mismo modo, un volcán con actividad puede estar en Alerta Técnica Naranja por el observatorio volcanológico, y protección civil puede declarar Alerta Amarilla. Esto implica el refuerzo del monitoreo técnico del comportamiento del macizo, la aplicación de los planes de emergencia en las fases correspondientes al alistamiento y la puesta a disposición de los recursos del Sistema de Protección Civil para prevenir y/o controlar eventuales situaciones derivadas de este fenómeno natural.
A su vez, un volcán puede estar en Alerta Técnica Naranja y las autoridades de protección civil pueden declarar Alerta Amarilla para ciertas poblaciones y Alerta Naranja para otras. Esto dependerá del grado de exposición que tengan a los productos volcánicos y a fin de activar los planes de emergencia adecuados a cada situación.
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